Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Macabeos 3, 8-18

8 Enseguida Heliodoro emprendía el viaje con el pretexto de
inspeccionar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad
para
ejecutar el proyecto del rey.

9 Llegado a Jerusalén y amistosamente acogido por el sumo sacerdote
y por la ciudad, expuso el hecho de la denuncia e hizo saber el motivo de
su presencia; preguntó si las cosas eran realmente así.

10 Manifestó el sumo sacerdote que eran depósitos de viudas y
huérfanos,

11 que una parte pertenecía a Hicarno, hijo de Tobías, personaje de
muy alta posición y, contra lo que había calumniado el impío Simón, que el
total era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro;

12 que de ningún modo se podía perjudicar a los que tenían puesta su
confianza en la santidad del Lugar, y en la majestad inviolable de
aquel
Templo venerado en todo el mundo.

13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, mantenía de
forma terminante que los bienes debían pasar al tesoro real.

14 En la fecha fijada hacía su entrada para realizar el inventario de los
bienes. No era pequeña la angustia en toda la ciudad:

15 los sacerdotes, postrados ante el altar con sus vestiduras
sacerdotales, suplicaban al Cielo, el que había dado la ley sobre los bienes
en depósito, que los guardara intactos para quienes los habían depositado.

16 El ver la figura del sumo sacerdote llegaba a partir el alma, pues su
aspecto y su color demudado manifestaban la angustia de su alma.

17 Aquel hombre estaba embargado de miedo y temblor en su cuerpo,
con lo que mostraba a los que le contemplaban el dolor que había
en su
corazón.

18 De las casas salía en tropel la gente a una rogativa pública porque
el lugar estaba a punto de caer en oprobio.